miércoles, 1 de agosto de 2012

El juicio polémico… de un hombre polémico.

Evidentemente que Fernando Lugo desde su carrera obispal, su ascenso meteórico en política, sus aciertos y errores, (más errores que aciertos), sus escándalos y su juicio, estuvieron marcados de polémicas; su marcada presencia (o marcados silencios) en momentos sin precedentes en la República lo hace merecedor de las páginas de la historia nacional por los hechos acontecidos, que le costaron el cargo a él y a su séquito de hombres que disfrutaron el poder por el término de casi cuatro años.

Desde su carrera obispal, por el acompañamiento a los pobres, por su entrega y vocación a los mismos y la población campesina que encontró en él, una figura de amparo y representación, logró insertarse en el campo político paraguayo, tan folclórico y tan elocuente con tan solo pronunciar la frase “la política paraguaya”. Y es así, esta frase comprende partidos políticos, movimientos, líderes políticos, personajes de la farándula politiquera que tantos “aportes” hacen a la cultura política nacional. Tan sucia e infame ha sido la política paraguaya, que así la figura de un obispo, con supuesta credibilidad y muchas promesas pudo penetrar en este espinoso campo. Evidentemente que, cualquier individuo que tenga dentro de su retórica las palabras “reforma agraria” y “pobreza cero”, cualquiera puede ser un gran hombre político. Bien, Lugo tuvo la propicia ocasión y lo logró. Desde su obispado siempre arengó la defensa del campesinado y del sector rural como así la defensa de los pobres, motivándose asi el mote de “obispo de los pobres”. Con el hecho del 2006, el ex Presidente Duarte Frutos bebiendo de las ínfulas del poder y el máximo grado de derroche y ostentación por parte de su elite política quien lo arrastró a tales puntos, sus deseos máximos de ser reelecto Presidente ante la imposibilidad constitucional, y su candidatura a Presidente del Partido Colorado, motivó la Resistencia Ciudadana; una miríada de partidos políticos y sectores sociales que se congregaron para dar el máximo repudio a los atropellos de Duarte Frutos. En esos años, la prensa nacional lo posicionaba como uno de los mejores candidatos para el Palacio de López, junto con la oficialista Blanca Ovelar y el líder militar Lino Oviedo. Este hecho marcó un antes y un después en su vida.

Fernando Lugo, con la ciudadanía harta de más de 60 años de hegemonía colorada, con una dictadura a cuestas y una democracia a medias, todavía adolescente y juvenil, se lanzó a la arena política como candidato presidencial, acompañado de diversos sectores sociales y políticos, unido al tradicional partido Liberal Radical Auténtico, lograron la victoria en las urnas del 20 de abril del 2008. Esta victoria sin dudas fue, a pesar de la unión ideológica de agua y aceite (es decir, del partido conservador y liberal PLRA y los partidos de izquierda y progresistas) la más significativa de los últimos tiempos. Caía un gigante, despertaban asimismo a un gigante: la ciudadanía. Lugo siempre prometió el mejoramiento del sistema judicial, la revisión de tratados internacionales como lo fue Itaipú y Yacyretá, la recuperación de la llamada “soberanía energética”, la reforma agraria, la educación y salud gratuitas. Todo esto interesante, muy a favor estuvo la ciudadanía con estas proposiciones. El siguiente paso, después de la victoria política, obviamente, era la política. Lugo debía lidiar con su principal partido compañero de alianza, un partido liberal que siempre reclamó espacios y lugares estratégicos para el desarrollo del gobierno libero-luguista. La primera Concertación Nacional, entre el PLRA y el Frente Guasú (con más de 12 partidos minoritarios) llamada la Alianza Patriótica para el Cambio significó el avance en el desarrollo de las negociaciones políticas. Es de resaltar que dos pensamientos antagónicos se hayan unido, pero la respuesta estaba a la vista: una ciudadanía cansada de los atropellos que hicieron siempre los gobernantes de un mismo partido, la ocasión perfecta de presentar un candidato casi mesiánico y el futuro prometedor de un nuevo país. En sus casi 4 años de gobierno, tuvo sus avances como sus retrocesos. Esto motiva a que en el año 2012, el Congreso, a través de su Cámara de Diputados pueda acusarlo de mal desempeño de funciones, obteniendo los votos necesarios y con una abrumadora mayoría, el juicio político se llevaría a cabo en la Cámara de Senadores, que con otra amplia mayoría, lo pudo condenar y destituirlo del cargo.

Si bien es verdad que el Paraguay tuvo avances en materia económica, los logros en Itaipú, el desarrollo de programas rurales y el avance en salud en cuanto a su gratuidad, el ambiente político nunca fue favorable a Lugo. Con una parlamento adversario, no supo manejar las situaciones y propició el mismo, su propio juicio. El libelo acusatorio con cinco puntos fue nada más que trámite y un poco de astucia para lo que ya se sabía que iba a ocurrir: su destitución. La gota que colmó el vaso fue el suceso de Curuguaty, que hasta el sol de hoy no se sabe en realidad que fue lo que motivó todo este hecho, macabro por cierto, puesto que se mataron paraguayos, se mataron entre sí, policías y campesinos. Habría que saber realmente si Lugo quiso ser presidente o si en verdad no supo aprovechar el momento oportuno que lo catapultó a tan elevado cargo de la primera magistratura de la República. De haber pactado con un partido político no muy afín a sus ideas políticas, como el PLRA, de ser su mayor caudal electoral base de su triunfo en las urnas del 2008, y el hecho de “haberle retirado la embajada en la Alianza Patriótica”, debido a su torpeza política, su impertinencia y su miopía política, terminaron dejándolo de lado, recibiendo la espalda de un partido que bien pudo haberle ayudado bastante.

Y así como se vino, se fue. Por mucha suerte. Es cierto que en política muchas veces uno tiene también sus errores, pero estos se pagan caro. Lugo pagó caro por el hecho de darle la espalda a un partido que le aportó el 70% del apoyo para su victoria. Si no fuera por la soberbia de Duarte Frutos, si no fuera por aquellos momentos de resistencia ciudadana a sus deseos de perpetrarse en el poder, no hubiese llegado a tan magno cargo. Simplemente, no estaba preparado y nunca lo estuvo. Siempre lo salvó alguno que otro hecho ante los miles de escándalos en los que se envolvió, como de los malos movimientos dentro del tablero político. Terminó siendo echado, y hoy sus quejas nada mas son improperios comunes hacia sus juzgadores, otrora compañeros de la Alianza, como “golpistas”, hecho que no se ajusta, pues no existió golpe sino un juicio político, establecido en la Constitución.

Hoy, es historia, como diría un connotado profesor de ciencias políticas, refiriéndose a Lugo. Su paso por la presidencia, su falta de preparación y la oleada de intromisiones extranjeras, las suspensiones en el sistema de integración regional (MERCOSUR) y la continuidad de querer instalar un gobierno paralelo, de apelar a sus amistades ideológicas, de apoyar la suspensión por motivos políticos sin pretender siquiera pensar en los beneficios nacionales, evidencia un antipatriotismo, un legionarismo semejante al del ’70, que nuevamente hoy tenemos que vivir.

La proyección de la Patria y superados los intereses particulares, evidenciarán el progreso anhelado y querido por nuestros grandes próceres y patriotas de la Magna Historia Nacional. Hoy necesitamos de una verdadera lucha y es aquella de superar el individualismo, el dejar de lado el doble discurso apelando a la ciudadanía y al pueblo como abogados, puesto que en su mayoría, el pueblo sigue confundido y perplejo por los hechos que han sucedido. Irónico, el pueblo se encuentra confundido, pero en sus manos se encuentra la decisión final. Es el derecho al sufragio y el de saber votar a conciencia, sabiendo que se elige no por 5 años, o por periodos de gobierno, sino que se elige por el bien de nuestra Patria, por el bien de aquellos que vendrán a habitarla.

Por Fabio Candia. 05 de Julio 2012.