miércoles, 4 de febrero de 2015

HACIA EL DESPRESTIGIO COLORADO-REPUBLICANO.

De manera despiadada y hasta casi denigrante, hoy en día decirle a alguien seccionalero es lo peor: es lo más negativo y oscuro que se puede ser en el Paraguay, es hasta comparable con un paria de la antigua India. Se lo vincula con el dinero, con el tráfico de influencia, con la ostentación del poder absoluto. Sin embargo, y en el mayor de los casos, seccionalero es solamente aquel que participa activamente en su seccional, sirve de caudillo y gestiona beneficios para la comunidad, y no cuenta con un cargo público, o si lo tiene, solo cobra lo mínimo a través de un contrato laboral. Y existe también lo opuesto: seccionalero que aprovechando situaciones, amistades, oportunismo, saca provecho, cargos con buena remuneración, y que si bien, puede obtener mejores beneficios por su inmejorable situación, lo deplorable y detestable es su condición anti solidaria y el acomodo político del que siempre estará pendiente, buscando del saco del cual colgarse.

En teoría, el seccionalero es aquel que ocupa un cargo partidario por motivo de elección popular; es el representante partidario que ha ganado su lugar de manera institucional y legítimamente por virtud de la decisión del pueblo colorado. Pero se descalifica intensamente al ciudadano paraguayo funcionario público solo por su afiliación colorada, a pesar de que también existen muchos afiliados a otras nucleaciones políticas y que bien cobran del Estado y hasta han despilfarrado dinero público en ocasión de gobiernos anteriores. ¿Y los otros, qué? No se trata de esgrimir una defensa simple: es un derecho establecido el ocupar un cargo público. Pero no vamos a defender aquello que transgreda la ley y nuestros principios partidarios.

La creación del Partido Colorado, Asociación Nacional Republicana, tuvo un fuerte contenido social; su fundación se remonta por la necesidad cívica de construir un país en ruinas, de lograr la reconstrucción del país a través de programas políticos que se puedan ofrecer como gobierno. Tras la gran Guerra de la Triple Alianza, la apertura nacional a través de una constituyente y la creación de partidos políticos significó un gran avance en la materia, el bipartidismo en el Paraguay iniciaba y esto, a pesar de las corrientes foráneas y extranjeras, el Partido Colorado mantuvo una línea doctrinaria y político-ideológica diferente a los pensamientos de aquella época, manteniéndose hasta hoy en día, pero con muchas diferencias debido a la práctica demostrada de los representantes. Por ejemplo, hablar de un partido agrarista, pero con representantes partidarios terratenientes con títulos de dudosa adquisición; o agrarismo pero ausencia de políticas en cuanto a imposición de gravámenes a la soja, promovidas desde el mismo gobierno con presidente de afiliación colorada, llama la atención.

Pero en sintonía con los pensamientos político-partidarios que fueran diseñados por Bernardino Caballero, fundador del gran Partido Nacional Republicano, animado en la solidaridad y el sentimiento republicano, y ese deseo de promoción de la defensa de la figura del hombre paraguayo que por sus convicciones, por su pensamiento político y por su definición política ha optado por el coloradismo como su forma de contribuir a la política paraguaya, qué mejor espacio que defender esa figura que a través de las seccionales.

El paraguayo siempre tuvo la tendencia social de tener definida sus diferencias: o es cerrista u olimpista, o es colorado o liberal, o es católico o evangélico, o es conservador o libertario. Siempre existió esa dicotomía en la sociedad paraguaya tan particular. Esta particularidad se encuentra en la ronda de amigos, en los encuentros de fútbol, en todos los círculos sociales sin diferencia. Negar esta realidad, y por ende, negar la condición de un integrante de la sociedad por su opción, en este caso política, es negar la condición humana y reducir el concepto de ser humano a un ser-sin-realidad. Esa libertad de optar por un partido político y determinarse ante tal situación, optando por ser afiliado, y en algunos casos, optando por pugnar cargos (en el caso del coloradismo, miembro de la Junta, Presidente de seccional, miembro convencional, miembro de seccional) es una libertad consagrada en la misma Carta Magna, y quienes hoy reducen ese concepto y hasta ridiculizan la opción política tomada a través del coloradismo, demuestran más que nada su odio político y hasta el resentimiento por los fracasos, tanto en ideas como en pugnas electorales. Demuestran una crítica barata que se convierten en lecturas miserables y ruidos molestosos para quienes transitan el rumbo de la convicción y la fe en la política a pesar de los errores y los vicios, puesto que la política es humana, la política es por lo tanto acierto y error, virtud y vicio. Pero ante los errores y los vicios, y los pocos ejemplos partidarios de aceptar los errores, evidencia la terquedad, necedad, y la demostración de que se sirven de una estructura política para seguir manteniendo los beneficios y ventajas del poder.

Es así que ante el crecimiento humano que se visualizaba en las filas del Partido Colorado a través de sus afiliados con el correr del tiempo, las seccionales coloradas fueron creadas con el fin de satisfacer a ese creciente número de afiliados que se fueron incorporando en masa en la medida que el Partido Colorado reflejaba y convertía en realidades concretas sus ansias y aspiraciones. Las Seccionales Coloradas fueron creadas como bases auxiliares y vehículo motor de los sueños de sus dirigentes y del pueblo colorado, y de los planes, programas y realizaciones emanados de la alta autoridad partidaria.

Honrar la figura de la dirigencia partidaria colorada, independientemente del carácter movimentista e interno que pudiera generarse, es un deber como ser político, es un tributo al sistema democrático y republicano por sostener a la República del Paraguay y a sus instituciones. Para el nacionalismo colorado, la incansable acción solidaria de los dirigentes de base para combatir los enemigos comunes del día a día, es el motor para seguir pensando en una sociedad motivada por la solidaridad y el humanismo, principios que son el rumbo del Partido Colorado hacia las aspiraciones como nación y Estado paraguayo.

Pero hoy en día, los tiempos cambiaron. El partido necesita ajustarse a los nuevos tiempos y aún los pensamientos dentro de la institución demuestran que estamos pegados al viejo estilo de política. El acceso a los cargos públicos debe ser transparente y para tal solo se requiere idoneidad y concurso. Ante esta situación, el seccionalero tiene derecho de acceder al cargo público, y al accederlo, se le critica la condición colorada. ¡Cuántos colorados se sirvieron del gobierno anterior de cargos importantes a pesar de su afiliación colorada! ¡Cuántos hoy sirven de funcionarios (de confianza y permanentes) de afiliación política distinta se encuentran en el poder! Y al hablar de poder, entiéndase, LOS 3 PODERES DEL ESTADO. De igual manera, existe una falta de reconocimiento de parte de las autoridades partidarias y del actual gobierno nacional hacia los “seccionaleros”, a pesar de ser baluartes y sustentos democráticos del partido y de la nación, supliendo inclusive la labor del burócrata (partidario o no). Los “seccionaleros” cumplen la mayor de las veces esa función: atención de necesidades, primeros auxilios, urgencias… los detractores lo dicen que motivados por asistencialismo. Nosotros los defensores lo decimos por solidaridad y humanismo, a veces por la gran ausencia del Estado en los temas puntuales de la nación. Un estado ausente que a pesar de ser gobierno en muchos de los casos, con colorados a la cabeza, se dirigen a la creación de modelos de sociedad alejados de la realidad nacional, promoviendo el beneficio para unos pocos. Inclusive sectores de poder tienden a la satanización de dicha figura en busca del desprestigio político partidario como prólogo de futuras cuestiones electorales.

Como diría un intelectual colorado sobre las seccionales: Las seccionales Coloradas constituyen la permanencia constante del Partido Colorado al interior de las masas. No sólo su importancia se debe medir por el servicio que presta antes, durante y después de las elecciones para elegir a sus propias autoridades y a los de los municipios, de los departamentos y nacionales, sino porque sin ellas el Partido Colorado no tendría consistencia, ni perennidad histórica; sería como un castillo construido sobre terreno falso. Ante esto, decir si le corresponde ocupar un cargo público, le corresponde. No en virtud de un premio o por su dedicación al Partido: sino por su vocación de servicio y cumpliendo las condiciones ajustándose a la Ley, como hombres y mujeres de la República que somos. Ser seccionalero no es un pecado, es una virtud; y aquellos que maltratan ese verbo (en virtud de su constante acción) no le obsta a ocupar un cargo público. Es una satanización mediática la que pretende instalarse con el solo hecho de disminuir la capacidad política y electoral con que cuenta con el Partido.

Ante estos desafíos, obviamente el colorado no debe tener por acabada su doctrina y filosofía; no tiene el poder absoluto ni se encuentra ajustado al poder por tiempos eternos. El miembro de una seccional se encuentra ante esa labor intermitente de seguir sirviendo a pesar de ser o no ser gobierno: debe erigirse en el promotor del bienestar partidario y catequista de las sagradas aspiraciones políticas sin servir a los intereses cupulares ni de los sectores poderosos ajenos a la sensibilidad social. Su fin es el servicio. Su medio es el coloradismo. Su motor es la pasión por la política sabiendo que el Partido a través de sus seccionales son verdaderas escuelas de formación política partidaria y pública, que a más de constituirse como vías de acceso al poder público y el ejercicio de dicho poder en miras al bien común, debe ocuparse de formar dirigentes, mejorar sus destrezas y potencialidades, y nutrir el semillero para un mejor porvenir. Ese es el coloradismo. El de servicio. El que amén de poder ocupar un cargo público, también no olvide al pueblo sufrido. La condición de colorado es un compromiso más ante la asunción de la función pública para el cumplimiento de real función: el servicio al pueblo. No evadamos los escándalos por remuneraciones sorprendentes de colorados que se olvidan del servicio: la complicidad nos hace más culpables. Con sus aciertos y errores, el Partido Colorado debe vitalizarse en base a sus logros, aprender de los errores y construir una sociedad política que permita un debate en torno a políticas de gobierno y de Estado, y no en discusiones estériles partidarias sobre distribución de cargos, privilegios, y otros errores que hasta hoy día se visualizan.

Los retos del siglo, la utilización de tecnologías, la humanización, el servicio público y efectivo y la paz social tan anhelada debe ser el criterio unido a la idoneidad y preparación al cargo. El colorado no es ajeno a ello. Ni menos cualquier otro ciudadano de afiliación política distinta. La profesionalización y la capacitación constante servirán para que la democracia paraguaya se fortalezca y sus instituciones sirvan mejor a los ciudadanos. La pretensión de solamente denunciar al colorado por su afiliación y por cumplir función de gobierno es una crítica infundada basada en el odio: se justifica cuando no se sirve y no se cumplen los más altos deseos de servir al pueblo paraguayo. El camino puede ser difícil, largo e imposible: pero como joven, al decir del Prof. Dr. Argaña, tenemos el derecho de equivocarnos. Pero nuestro entusiasmo nos debe dirigir a comprender los errores y entender que no se trata de una cuestión generacional: se trata de comprender a la política en su esencia y practicar el coloradismo que nos dejaron como enseñanza los más grandes hombres de su historia.

Coronel Oviedo, 30 de enero 2015.-