A mis 23 años, finalizo mi carrera universitaria. Al ingresar a la sala para dar mi último examen de la carrera de abogacía, millones de momentos se cruzaron frente a mi: mi niñez, mi adolescencia, mi inicio en la carrera que en aquel día iba culminando. Siempre supuse que aquellos instantes se hacen eternos cuando de la mirada que se da al pasado, nos damos cuenta que hemos dejado nuestras huellas. Aquella vez no fue la excepción.
Recordé con mucha felicidad cuando inicié mi gusto por la lectura, cuando participaba en concursos de lectura; cuando iniciaba mi gusto por la compra de libros, cuentos... cuando por primera vez leí "El Principito" de Saint-Exupéry. La misma Biblia. Con ella, aprendí el gusto a la historia... y a partir de ella, el apego a mi historia y la de mi país Paraguay.
La justicia para mí era algo siempre vivo en mi y en mi alrededor: justicia era saber compartir y no ser egoísta, cuando niño, el no compartir con alguien mis juguetes siempre me ganaba mi yo interno cuando a veces de tan nuevo o de tan preferido que era un juguete, igual justicia sería compartir con otros. Hasta que sentí que la justicia se ausenta cuando algo te gusta y no es posible, la injusticia en la vida siempre se hace presente y en mi niñez la sentía cuando no tenía lo que era para mí o cuando se perdían o incluso me robaban. Cuando veía en gente cercana sufriendo por no tener lo que le corresponde. (Tuve experiencias de tal y siempre busqué la verdad y castigo ante tales hechos). La justicia no la veía pero la buscaba para que todo pueda tener sentido y orden.
En aquellos días sin responsabilidades mayores, mi niñez siempre importó una especie de desarrollo de sentidos y una inquietud terrible hacia todo: quería saber y conocer todo. En este escrito no busco vanidades ni demostración de conocimientos, es el espacio libre de recordar aquellos momentos que hoy marcan trascendencia en mi presente. Lograr lo que buscaba en mis inquietudes, me atrajo siempre el deseo de usar traje, cargar libros, mirar mapas, pensar en recorrer el mundo y saber por qué existían tantos monumentos viejos y por qué muchas civilizaciones dejaron de existir... de los griegos y su cultura fantástica aprendí gracias a un viejo libro que encontré en la campaña en casa de mis abuelos, libro que fue utilizado por mi tío en su juventud. "La filosofía a través de los tiempos" me condujo hacia la magia del saber y del por qué de las cosas, pero nunca sin descuidar mis apegos a la cristiandad católica, religión que recibí por orientación de mis padres.
Heráclito y su famosa frase "Nunca se baña dos veces en el mismo río" me causó tanto dolor de cabeza... me gustaban los arroyos y las piletas que saber que nunca me bañaba en el mismo lugar a pesar que siempre iba a alguno y mas de alguna vez repetida, ¿cómo era posible que nunca lo hacía en el mismo lugar?
Mis gustos por la lectura y la filosofía despertaron mis ganas a lo social, y opté por seguir mis apegos a los libros y al tener la oportunidad de decidir el bachiller, inicié en Ciencias Sociales. Más grande fue la satisfacción al saber que estaba en los caminos que me interesaban. Recuerdo la experiencia desastrosa de leer "Yo El Supremo" a mis 13 años, y comprenderla al final del bachiller y cargarme de las historias del Dr. Francia al iniciar mi carrera universitaria.
A la infancia feliz le siguió la juventud. Recuerdo que uno de los momentos más tristes de mi niñez fue perder a mi abuelo. Fue y sigue siendo mi ejemplo de persona, un señor a la altura. Se que gracias a todos sus cuidados y enseñanzas de la vida, formé personalidad que hoy con todo lo voy a mantener, y con el ejemplo vivo de mi papá. El tiene la fortaleza de ser una persona íntegra que no claudica ante los sueños y que la humildad por sobre todo nos hace grandes sin pretenderlo.
El activismo gremial, la convicción partidaria, el amor a mi vocación universitaria, las amistades forjadas, el amor y por sobre todo la unidad de la familia, formó en mi una convicción de lucha en un estilo de vida. Los cambios de la vida quizás se visualizan cuando se alcanzan los éxitos o cuando nos encontramos ante el fracaso: es el momento ideal para tomar las mejores decisiones y hacer de este pasaje de la vida la mejor de las existencias.
Con este primer título universitario lo primero que me he dado cuenta es que no se nada: es la herramienta que nos otorga el pase para abordar y enfrentar la vida y a partir de la misma ganarse la vida y aprender de las caídas, es la herramienta que nos da el primer cambio y nos revela que el tiempo pasa y que nuestra vida se consagra a través de las experiencias y el conocimiento; es dicho cartón de papel lo que quizás nos de un status, pero es nuestra actitud la que nos hace mejores personas. En el primer discurso para los primeros egresados de la carrera de Derecho de la Universidad Nacional de Asunción, el Rector Zubizarreta decía sobre la carrera que sería profesar una de las mas difíciles carreras y la que mas inmediatamente influencia suele ejercer en la suerte de los pueblos. Mencionaba: "Tenéis sobre vuestra conciencia una responsabilidad enorme. Dios os tiene que pedir cuenta del uso que hagaís de vuestros talentos"
En este caso, y en lo particular, es solo un hecho más de la vida que solo me permite ser alguien mejor en el servicio a los demás, y en la vida personal y profesional, la búsqueda incesante del conocimiento para seguir la transmisión de conocimientos y experiencias. Para la vida, los cambios son aquellos momentos de prueba para seguir dejando nuestras huellas a los que vendrán, es la semilla que dejamos para la posteridad. Y tras aquel discurso del Rector, Cecilio Báez, primer egresado de la carrera respondía aquellas palabras que hoy las abrigo y las tendré presente cada vez que recuerde que pertenezco a aquella élite de profesionales que egresan de la Universidad Nacional de Asunción: "Aceptamos estos diplomas, no porque abriguemos la vanidosa pretensión de haber aprendido la ciencia, sino porque ellos nos imponen la obligación de estudiarla y nos constituyen miembros de esa milicia que pelea por la justicia".