viernes, 24 de mayo de 2013

LA MUJER DE MIS SUEÑOS.

Una mañana desperté y no como cotidianamente lo hacía; aquella mañana amanecía dentro mío una fuerza inmensa e intensa, nacía dentro mío lo desconocido y nunca antes vivido. La noche anterior en mis sueños apareció la mujer que todos los hombres soñamos: bella, perfecta, sin margen de error en figura siquiera, en su ser en sus maneras y formas, sin dudas, la mujer de mis sueños. Con ella soñé y sin siquiera saber su nombre la quería, y sabía que la tendría alguna vez y no se alejaría nunca.

Una tarde conocí a alguien sin esperar o sin siquiera querer: una hermosa mujer joven, de sencillez llamativa, de hermosos rubios, cabellos dorados como el resplandor del sol o del mismo oro, con unos ojos de cristal fino, de mirada profunda y tierna, de suaves manos como algodón y con una sonrisa espectacular en un rostro de buen color rosado y una angelical voz del paraíso.

Desde aquella vez supe que la mujer de mis sueños no existe, que la realidad es un sueño vivo; que la mujer bella y real, perfecta, de infinita gracia y divinidad se encuentra en mi mundo y que sin ella no se puede vivir.

Le entregué el corazón y sin dudas, a ella le perteneció, le pertenece y seguirá perteneciendo.

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