miércoles, 6 de noviembre de 2013

Los “mandarines” paraguayos.

La particular sociedad paraguaya ha vivido y sigue viviendo sucesos que marcarán para siempre su democracia y su estilo de vida social y política. La publicidad, la función pública, la libertad en la toma de decisiones y el despertar de una conciencia crítica hacia la vida política ha tomado mucho interés y hoy en forma de querer comprender estos sucesos y hechos nos proponemos en analizar ciertos aspectos.

La China antigua de Confucio, tenía una forma de vida muy rígida y estricta. La sociedad china era tan cerrada y perfeccionista, y diversificada a la vez en sus diferentes estratos y castas sociales que se notaban en los siglos medievales. Cuando la sociedad occidental por primera vez entraba en contacto con los orientales a principios del siglo XVI, habían encontrado una gran diferencia en aquella sociedad: existía una clase social con autoridad sobre todas las demás. Aquella sociedad occidental que tomaron contacto con los chinos fueron los portugueses: expertos en navegación, expedición y descubrimientos. Ellos llamaron a los chinos “mandarím”, quienes según los historiadores, era por una confusión entre el verbo mandar y una serie de palabras de sonido parecido que designan a alguien con poder. Así se referían a los funcionarios y magistrados que administraban el país en nombre del Emperador. “El gran número de estos servidores públicos y su poder sorprendieron a los visitantes occidentales. También el hecho de que los mandarines, lejos de ser simples funcionarios, eran literatos y eruditos o, por lo menos, aspiraban a serlo”, refiere sobre este tema el historiador Fernando Garcés.

Según la Revista “Historia” del National Geographic, en China, ocupar un cargo público aseguraba al candidato y a su familia las más altas ventajas y honores. Todo esto era por el sistema de exámenes que permitía que todos concurrieran en pie de igualdad y fueran elegidos los más capacitados. La educación de un aspirante a mandarín comenzaba a los 4 años, cuando se los enseñaba a la difícil escritura china. Esta carrera de obstáculos a la función pública china iniciaba con los estudios en la escuela, luego a las academias a nivel distrital y luego en la capital, para luego terminar en los exámenes provinciales. Eran estos exámenes de carácter tan riguroso y bastante exigentes, en condiciones austeras, cerradas y de suma concentración, bajo estrictas vigilancias. Solo tenían una manera de aprobar: entregar un examen impecable en contenido y forma. Quienes aprobaban, celebraban un banquete con sus examinadores y eran recibidos como triunfadores en sus localidades de origen. No era para menos: tenían el futuro asegurado como funcionarios.

Un mandarín se consagraba en Pekín, en un examen cada 3 años, y siguiendo el mismo modelo del examen provincial, este examen se realizaba con presencia del mismísimo Emperador: era el examen ante el “Hijo del Cielo”. Aquí todo era lujo: los candidatos tenían te y comida servida por sirvientes imperiales, no cargaban sus equipajes y disponían de papel y tinta cuanto deseasen. Quienes aprobaban recibían el título de Doctor y pasaban a integrar la élite de altos funcionarios del Imperio.

Paraguay fue nuevamente ojo de noticias y escándalos causados por sus representantes y funcionarios públicos: altos cargos con remuneraciones sorprendentes, tráfico de influencias, jugosos sueldos bañados con nepotismo, amiguismos, compras de cargos, etc. La ciudadanía, nuevamente espectadora de este triste episodio de la historia nacional, conseguía contradictoriamente una victoria ante el histórico fallo de la Corte Suprema de Justicia sobre difusión y publicación de salarios públicos y las derivadas consecuencias que esto trajo: cargos otorgados con remuneraciones siderales a amigos, parientes y empleadas sin más requisito que la zalamería y/o el color. No existieron jamás los concursos ni los exámenes. Se pegaron el lujo (si es que no se siguen pegando dicho lujo) de elegir cargos inclusive. Hoy tenemos a la vista a muchos que ni siquiera se merecen la dignidad de llamarse funcionarios públicos, puesto que no obran a favor de lo público ni de la Nación. Todo es favor personal. La función pública en el Paraguay inclusive es considerada como una carga: el funcionario “cumple” obligatoriamente un horario, sólo asiste expectante a la percepción de sus salarios y remuneraciones y odia descomunalmente ser molestado en su horario de trabajo por un Juan Pueblo que busca la escucha de sus problemas y un poco de agua en el pozo de su mandante. El funcionario sólo quiere servirse para satisfacción y muy pocos están quienes en verdad buscan satisfacer las urgentes demandas sociales. La problemática se centra aquí y la ciudadanía debe despertar el interés y hacer el llamado de atención: o seguimos siendo espectadores de este triste espectáculo o por fin sabremos a donde y a quiénes pagamos nuestro dinero.

En el Pabellón de la Suprema Armonía Paraguaya, para acceder al cargo público se requiere sumisión y fanatismo: los méritos, las aptitudes y la idoneidad quedan relegados quedando destacada la decadencia social; una sociedad cada vez más atrasada y sub desarrollada. Los retos del siglo, la utilización de tecnologías, la humanización, el servicio público efectivo y eficiente y la paz social tan anhelada debe ser el criterio unido a la idoneidad y preparación al cargo. La profesionalización y la capacitación constante, sin favores partidarios ni familiares, servirán para que la democracia paraguaya se fortalezca y sus instituciones sirvan cada vez más a sus ciudadanos. Una conducta ética y moral ideal, el respeto y la preparación e idoneidad deben ser conjugados para lo deseado, sin ánimos de caer en un nuevo elitismo ni contar con un ejército de burócratas y conservadores: los privilegios en un país privilegiado deben ser para todos; para todos quienes tuvimos el privilegio de nacer en esta tierra guaraní.

1 comentario:

  1. Muy Cierto. Pese a quién le pese, Nicanor Duarte Frutos, fue uno de los últimos gobernantes con un cúmulo de Idoneidad un poco más alto. El resto comparte la gloria de haber llegado allí por dinero y/o suerte (Gonzalez Macchi).
    Nuestro flamante presidente, el Sr. Cartes, NUNCA VOTÓ, nunca, se afilió al partido, cambió los estatutos para poder ser presidente, y se pasa diciendo cada tontería. Asi que, mucho nos queda aún, y necesitamos gente como vos Fabio. Fabio Concejal de Cnel Oviedo.

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