sábado, 10 de enero de 2015

El inicio de un sueño.

Tras quedar atrás el año viejo y las fiestas, la Casa de Estudios más centenaria del país inicia sus primeros días académicos para quienes desean cursar sus materias e iniciarse en el campo del Derecho. Así la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Asunción da inicio al primer año de la carrera a través de un curso semestralizado en la sede central y sus filiales, que a través de nuestros recuerdos y nostalgias, rememoran a quienes cursamos o hemos finalizado la carrera, los primeros días en las aulas más tradicionales de la elite universitaria nacional, transmitiendo nuestros más nobles deseos de abrazar la carrera con aires nuevos y un poco de lo que sentimos sobre aquel memorable primer día.

La Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Asunción inicia este año con la esperanza de abrigar en sus aulas a jóvenes que tengan en sus intenciones personales y colectivas, la idea y el sentimiento de justicia. La esperanza es abrigada a partir de los estudiantes quienes cursamos y hemos dejado de cursar la carrera, puesto que la vitalidad que le imprime a la institución es su comunidad universitaria vista desde la óptica docente y estudiantil y la imperante necesidad, no de un cambio contínuo del sistema judicial, sino de cambio de actitudes y puesta en práctica de valores cívicos y jurídicos con respecto a las prácticas que se vienen realizando desde uno de los poderes del Estado como lo es el Poder Judicial.

Al hablar sobre el inicio de clases exponiendo y abundando sobre la historia de los inicios de nuestra Facultad es pecar contra el conocimiento de todos quienes ingresaron, cursan, cursaron y finalizaron la carrera. Es tentar inclusive al error hasta caer en discusiones históricas inclusive ideológicas con un objetivo más cercano de confundir antes que aclarar y tomar posiciones objetivas sobre aquellos años de reconstrucción nacional. Por tanto, a quienes inician o buscan iniciar la carrera, se les hará imperiosa la necesidad de buscar su trasfondo histórico por sus propios medios para la comprensión efectiva de la importancia de contar con una Facultad de Derecho en el país.

Quienes cursamos en esta facultad, en los inicios como con el paso del tiempo de la vida universitaria, formamos nuestros conceptos con ideas y sentimientos: conceptos como el derecho, la justicia, bien común y muchos otros. Conceptos académicos, conceptos formados a través de la percepción, conceptos tomados de nuestras propias realidades y experiencias. Pero la justicia al fin y al cabo termina siendo una discusión de quien tiene más y quien tiene menos; quien tiene más oportunidades y quien tiene menos oportunidades: en este país donde abundan las inequidades a pesar de tantas riquezas y tantas bondades que demostrar y practicar, estudiar a la justicia es una búsqueda incesante del por qué de las cosas en un país con gran potencial, y en donde solución y respuestas necesariamente deben nacer desde las filas universitarias; pero terminamos estudiando conceptos y figuras, nos alejamos de las realidades apostando por un pragmatismo asociado a las corrientes jurídicas, a las corrientes foráneas despojadas de la realidad nacional y regional, inclusive hasta desfasadas y nos olvidamos de las respuestas y nos encontramos hasta devorados por el “sistema”.

Nuestros primeros días suponen miedo. Buscamos a veces algún compañero, algún amigo, algún conocido en aquel primer día en pasillos, en clases, para evitar ser un “animalito raro” en un mundo diverso y complejo como lo es la universidad. Nos acechan los gremialistas. Nos persiguen los líderes estudiantiles. Tomamos partido inclusive desde el inicio. Estos primeros días son intensos y con mucho contenido emocional, las ansias. Inclusive antes, con los cursillos de ingreso, el miedo era más intenso. Se condensaban cinco materias a rendirse en unas horas, bajo el criterio de una escala rigurosa que a veces exigía la disminución de la misma. Hoy las cosas cambiaron, el semestralizado es más interesante, sin la adrenalina de rendir y festejar un ingreso tras algunos meses de preparación. El semestralizado viene con nuevas materias pero igual nos cargamos de miedo porque los comentarios sobre exámenes y profesores son los mismos de siempre: el profe jodido, la materia extensa, sumados a los compromisos personales, laborales, etc. Pero se tiene miedo siempre a lo desconocido. Platón nos invita a conocer algo para poder amarlo. “Se ama o se odia lo que se conoce”. Por tanto el miedo será siempre natural ante el compromiso de tomar una carrera en una universidad nacional pagada por los paraguayos en virtud del sistema republicano y democrático, pero lo superamos cuando tomamos y llevamos adelante lo aplicado desde su esencia.

El inicio de una carrera supone el deseo de éxito profesional, en incursionar en un área donde la ciencia y el arte exigen unidad, disciplina, constancia y práctica; incursión que nos tiene como primera pregunta: ¿por qué y para qué? Más de uno se hizo y recibió la pregunta y emitimos y escuchamos respuestas de las más diversas, desde las más simples y fáciles, hasta las más complejas y filosófica-culturales.

“Los sueños son avances de la realidad”, escuché afirmar por un ex Presidente de la República. Si hoy inicia un sueño logrando ingresar a las aulas de la Facultad, que sea el avance de la realidad hacia una mejor comunidad y por ende, a un mejor país. Terminar diciendo que es imposible luchar por los sueños, entonces en vano se encuentran dispersos a lo largo y a lo ancho de la República y el mundo los profesionales del Derecho que alguna vez tuvieron el sueño de iniciar y concluir la carrera en esta casa de Estudios. Que la palabra “IMPOSIBLE” sea inexistente en el léxico estudiantil y que el enfrentamiento a nuestros miedos sea una constante: porque el Derecho es así, es una lucha, es un enfrentamiento a los miedos individuales y colectivos para evitar destruirnos mutuamente, utilizando las herramientas de la discusión, el debate, la comprensión… de esa lucha civilizada que es nuestra palabra y la razón, y asociada a otras áreas del saber humano.

El aliento va a todos quienes inician esta carrera tan noble y rica en contenido, tanto en lo científico como en lo socio-cultural, pero a la vez menospreciada e inclusive vilipendiada, porque hoy en día más quieren darnos más cuenta de la importancia de lo técnico antes que lo humano; porque nuestra carrera es tan humana a pesar del carácter científico, es tan cercana a la realidad social que a la frialdad y el encasillamiento a teorías acabadas… el derecho no acaba, y sigue al comportamiento diversificado del hombre, por tanto, saber que un joven apuesta por el Derecho, es saber que existe un potencial defensor de la sociedad y del carácter humanista de su personalidad. Frases como “¿Para qué estudias Derecho si hay muchos abogados?”, “¿Por qué Derecho, si hay carreras técnicas más interesantes?”, o “No hay salida laboral en la carrera, a lo más que aspiras es un cargo público”, solo invitan a caer en un mundo mecanizado y bajo estructuras de mercado a través de carreras universitarias y profesiones que si bien son interesantes y de marcada necesidad en ciertas áreas y regiones del mundo, está muy ajena a nuestra realidad paraguaya, puesto que necesitamos comprender nuestra situación, tomar nuestra historia como elemento de partida y apuntar con la ciencia social del derecho a cuestionar la realidad y promover respuestas que surjan principalmente del sector universitario, a generar debate sobre situaciones que bajo leyes arropan y disfrazan las verdaderas intenciones de sectores de influencia y poder en el país que relegan a sectores históricamente desplazados y olvidados por la clase política de la nación. Es una gran tarea.

Es el inicio de un sueño, no solo mío, sino de miles, de millones de paraguayos, quienes a través de sus aportes mantienen una gran estructura llamada “universidad” de las cuales nosotros hacemos uso. Honremos el privilegio, y no nos divorciemos de las reales demandas que tiene el pueblo paraguayo siendo portavoces de aquellos que no pueden levantar la voz, y que con nuestra condición de universitarios promovamos mejores y justas condiciones a través de los conocimientos y aportes cursando la carrera más antigua en el Paraguay y que históricamente se ha valido de las más altas estimas dentro de la intelectualidad nacional.

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